12 mar 2010

chanson de mer.

¡Ahí estaba, otra vez, esa música!
Dejó caer el libro que tan meticulosamente estaba leyendo y se incorporó de un salto.
- ¿Qué te pasa, Tomás? - Preguntó su padre, alarmado por el abrupto movimiento.
Tomás hizo caso omiso y escuchó con atención.
Giró la cabeza un par de veces con ojos ávidos, tratando de captar el origen de aquella música. Pero la playa estaba bastante vacía aquel atardecer. Cerró los ojos e hizo un esfuerzo por identificar de hacia dónde soplaba el viento.
Sur.
Dio media vuelta y comenzó a correr hacia el norte, trastabillando varias veces y hundiéndose considerablemente en la fresca arena.
Corrió y corrió, dejando atrás a las pocas familias que estaban jugando a las cartas o buscando cangrejos, alejándose cada vez más de la ruta y escuchando, cada vez más fuerte, aquella curiosa melodía que se repetía sin cesar.
Cuando la respiración se le comenzó a entrecortar y la garganta, a pedirle un buen trago de agua, dobló por una pequeña península que formaba la costa y se detuvo. La música era ahora muy fuerte.
Observó aquel diminuto golfo, apreciando las gigantes rocas sobre la costa, y las montañas escarpadas que hacían de acantilado.Y sin embargo, no vio a nadie.
Pero un pensamiento le asaltó la mente.
Con cuidado, y tratando de hacer el menor ruido posible, se acercó a la formación de rocas.
Se asomó. Un viento repentino, con mayor fuerza de la normal, lo despeinó.
Es el día de hoy en que Tomás no sabe si lo que vio fue algo real o un producto de su imaginación. Los recuerdos son borrosos, en términos de percepción de la realidad, pero lo que si recuerda con nitidez es el áura, el halo de magia, o de sobrenaturalidad, que abarcó todo durante esos minutos.
Allí, sumergida en el mar hasta la cintura y dándole la espalda, había una joven, de larga cabellera rubia, que tocaba una flauta de madera mirando hacia el horizonte. La calma que reinaba en el lugar era casi tangible.
Desde donde estaba pudo notar que sus ojos azules, tan azules como el mismísimo mar, estaban embebidos de una nostalgia y anhelo profundísimo. Y mientras tanto, aquella melodía lo hipnotizaba más y más.
Ansió verla de más cerca y al tratar de trepar aún más la roca, resbaló, cortándose apenas el talón.
Maldijo entre dientes y desvió la vista para analizar el daño.
Y cuando volvió a levantar la vista, la chica había desaparecido.




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