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31 ene 2011

Vie.

- Vi·da (del latín vita): Estado natural de los seres animados conformado por una serie de ciclos de desarrollo del cuerpo, en el caso de los humanos, marcados por una serie de transformaciones fisiológicas, psíquicas y anímicas. También es conocida como la enfermedad de las preguntas existenciales, el mal de la soledad eterna o el síndrome de la disconformidad. En algunas culturas se la denomina "el mal blanco", el mal de la miseria perpetua. No hay cura conocida.

14 sept 2010

monochrome.

Ya tengo aquel trabajo por el cual a tanta gente olvidé. Ya tengo ese pequeño y pintoresco departamento por el cual tanto tiempo embargué. Ya lo tengo. Ya ese cuadro de Monet ocupa una pared entera de mi estrecho cuarto. Ya.
Y bajo los mismos tres escalones hasta el patio central, y con cuidado cruzo el matorral de macetas resquebrajadas. El mismo chirrido me recibe todos los días, y parto, lejos, hacia otra estrecha oficina.
Tal vez hoy los colores sólidos me cansen. Tal vez hoy decida otra cosa. Sin embargo, todo tira, todo tensiona, todo me empuja.
Y ya acumulé una torre de libros que planeo leer, y sin embargo no leo, no leeré. Y admiro sus cubiertas y deslizo mis dedos sobre sus títulos. Y Monet me mira.
Calculé el tiempo libre. Lo dividí, lo fraccioné. Y sin embargo aún no miro esas películas que prometí una y mil veces mirar, y los actores envejecen y siguen ganando premios. No los conozco tampoco a ellos.
Dejé de lado los cuadernos con cálculos y cuentas extrañas y sostuve entre mis brazos el primer tomo de la enciclopedia. E inventé viajes, imaginé lugares exóticos, gente extraña, sabores embriagantes. Y sin embargo jamás me salí de las cuadras usuales. Jamás miré el cielo.
La bicicleta estaba oxidada.
La herrumbre caía y decoraba el patio, en una especie de curioso charco naranja.
Y me olvidé de vos, también.




27 ago 2010

le fin.

Cadáver.
Estoy esperando.
Je ne comprends pas...
¿Acaso puedes verlo?
Y ves el futuro grabado en sus ojos.
Y los túneles te atrapan,
te hunden.
Je ne sais pas.
El cielo espera,
truena,
quiebra.
Era ella,
¿no la ves ahora?
El tiempo está
corriendo de nuevo.
¡Despertá!
Es el final.
J'ai vu tous les soleils.
La última bocanada
de aire.
Ella llora.
Mais tu n'as écouté pas...



18 ago 2010

la vie est-elle une illusion?

¿Qué es esta cosa extraña que ustedes llaman "realidad"?
¿Dónde puedo encontrarla?



9 jul 2010

raein.

El oxígeno sencillamente no alcanzaba, las paredes se encerraban sobre sí mismas, el marco de la puerta clavaba su frialdad como cuchillos en su espalda.
Las voces que provenían del comedor eran ajenas a su presencia y discutían acaloradas temas de dolor e indiferencia. Ella descansaba la cabeza del otro lado, de pie, firme, esperando la bala que nunca llegaba.

-... pero no me podés decir esto ahora! -
- .., qué querés que haga! -
- ... podrías haberlo pensado antes... -
- ... había llegado temprano, y lo encontré así... -
- ...no sabía qué hacer... -
- ...muerto...-

El impacto le sacó el aire de los pulmones y de pronto su garganta se cerró. Sentía aquella mano invisible presionando su cuello, ahogándola. Las lágrimas comenzaron a fluír solas. Nunca rompió el silencio. Nunca.




4 jun 2010

.

Siempre me quejé, porque era lo más fácil. Despreciaba mis ineptitudes, recelaba aquellos defectos. Buscaba la punta de la perfección en un círculo inacabable.


Y ahora, tan solo pido poder tener, algún día -y si es posible en esta vida- el valor suficiente para darte las gracias, o para hacerte llegar estas palabras. Gracias por ese silencioso gen que hoy comienza a desplegar todo su potencial. Gracias por el tácito aliento. Gracias por esa sonrisa casi imperceptible que logré vislumbrar cuando aquel día te conté sobre mi futuro. Gracias por cada palabra barroca y rimbombante, llena de esa miel que tan solo vos podés plasmar en un papel. Gracias porque sé que, de alguna forma extraña e incomprensible, algún día cumpliré tu sueño oculto también.

Gracias abuelo, por regalarme la pasión por la escritura. Ambos seremos poetas cegados por el amor algún día. Hoy.



31 may 2010

le voyageur sans fin.

Qué extraño era observar la noche caer en cámara lenta, sobre aquel inmenso océano espejado. El tren de las horas mudas corría incansable, rompiendo con suaves olas la superficie cristalina, hacia un destino incierto repleto de estaciones innombrables. La luz del atardecer moría con lentitud mientras los focos vacilantes de las cabinas se encendían con dificultad y parpadeos.
Las sombras engullían todo. Ella esperaba. Del tapizado del asiento brotaba una fragancia embriagante a flores y a mundo que la adormecía aún más. Hacía días -o meses, o tal vez años- que viajaba sentada allí. El rumbo, como todo hasta donde recordaba, era incierto. Sus párpados pesaban cada vez más. No llevaba más que las ropas que traía puestas. Y el libro. No necesitaba nada más.



16 may 2010

la vérité.

El cambio es la única constante.








30 abr 2010

le haiku.

Lluvia en tu rostro.
El interior, partido.
Deja el camino.








25 abr 2010

dr. jekyll & mr. hyde

La soledad oprimía nuevamente el aire de la casona. Miró con llanas esperanzas las valijas a medio hacer en el medio de la vacía habitación. La casa se encogía con el último silencio de la tarde.

¿En qué pensaba? No, siempre volvía a lo mismo, una y otra, y otra vez. Pero, ¿a dónde iría? ¿Se animaría, siquiera, a irse definitivamente?
La jaqueca le golpeteaba las sienes.

Recordaba las flores de pétalos vibrantes bajo los primeros rayos del sol. Cada ínfima gota de rocío, iluminada, transfigurada, única.
Única.
Sus pasos resonaron huecos por el pasillo. Se detuvo frente al único espejo sano de la casa.
Los años habían ido marcando aquel rostro descolorido y mustio. Los ojos, hundidos y apagados, descansaban con somnolencia en la mirada vacía del reflejo. Los labios, olvidando las sonrisas de antaño, se apretaban en una delgada línea tensa. La piel, cetrina y traslúcida, concluía el ciclo vital demasiado antes de lo que le correspondía.

Vejez. Ya quisiera. ¿Vejez? Mi querido, la vejez no son los años transcurridos, la vida pasada.

Parpadeó con fatiga.

Tu vejez, esa que ahora es tan visible, es interior. ¿No la ves? Te marchitaste. Vacío, nada.

Las últimas luces del día relampaguearon contra la bruñida superficie del espejo. Captó un destello de sus rasgos antes de sumergirse en la oscuridad.

Tranquilo, no te esfuerces. El día ya acaba, y las cosas son demasiado difíciles. Descansa. Si ellos no supieron comparecer ante tu silencioso llamado, que ahora sufran. Él, él que te ignoró. Ella, que no te supo apreciar. Todos ellos, que cayeron en la ceguera del propio ego. Ahora entenderán. Tranquilo, todo pronto será distinto. Silencio, que el dolor ya acaba. Ahora solo escúchame.
No pienses más. Ven, déjame arrebolarte las mejillas, barnizarte los labios, curvarlos en una sonrisa plástica, moldear tus pómulos, tapar tu nívea piel.
Que no vean, que no lo sospechen. Déjame, una vez más, solucionar todos tus problemas.



..

Abrió los ojos. Los primeros rayos del día se colaban por las hendijas de la persiana. Parpadeó un par de veces y se incorporó. ¿Dónde estaba?
Se llevó la mano a la cabeza, palpitando los resabios de una jaqueca que no recordaba. Algo lo incomodó. Bajó el brazo y observó, con ojos desenfocados, la palma de su mano, cubierta de algo rojo y cuarteado.

Oh, no. Otra vez no, por favor!






25 mar 2010

valse avec le temps.

El tiempo es una cosa muy curiosa. Nunca se sabe cómo pasa, pero siempre comentamos lo rápido que lo hace. Aparece, saluda, y cuando menos lo esperamos, se va.
Cuando estamos aburridos, se deleita con nuestras miradas apesumbradas y suspiros fastidiados, y camina a paso de tortuga. Un minuto se transforma en un siglo. Sin embargo, cuando estamos contentos, entretenidos, disfrutando, el muy sinvergüenza juega carreras con el viento y corre a una velocidad inhumana. Aquel minuto se transforma en una milésima de segundo.
Nunca lo comprendemos y siempre andamos revisándolo, no vaya a ser cosa de que nos despistemos y haga de las suyas.
El tiempo es pícaro. El amigo de una amiga de una conocida que me prestó un libro donde ese amigo es un personaje, me contó que se peleó con el tiempo. Tuvieron una larga y acalorada discusión. El tiempo no cedió, y este amigo refunfuñó en todos los idiomas que conocía. Y, por supuesto, el tiempo se enojó y decidió no pasar por la casa de este amigo nunca más. Nunca jamás de vuelta. Y helo allí a este amigo. Para él son siempre las seis de la tarde y vive en una infinita fiesta de té, merendando una y otra, y otra vez el mismo té de frutos rojos y degustando siempre los mismos pasteles.
El tiempo juega con nosotros. Nos distrae, pero con cuidado de que no nos avivemos. Nos controla, pero con una sutileza propia a su estilo. Nos sofoca y casi siempre nos hace olvidar por qué lo necesitábamos en primer lugar. Un momento, ¿lo necesitábamos?
Y cuando nos dimos cuenta, el tiempo voló y solo nos preocupamos por él.




12 mar 2010

chanson de mer.

¡Ahí estaba, otra vez, esa música!
Dejó caer el libro que tan meticulosamente estaba leyendo y se incorporó de un salto.
- ¿Qué te pasa, Tomás? - Preguntó su padre, alarmado por el abrupto movimiento.
Tomás hizo caso omiso y escuchó con atención.
Giró la cabeza un par de veces con ojos ávidos, tratando de captar el origen de aquella música. Pero la playa estaba bastante vacía aquel atardecer. Cerró los ojos e hizo un esfuerzo por identificar de hacia dónde soplaba el viento.
Sur.
Dio media vuelta y comenzó a correr hacia el norte, trastabillando varias veces y hundiéndose considerablemente en la fresca arena.
Corrió y corrió, dejando atrás a las pocas familias que estaban jugando a las cartas o buscando cangrejos, alejándose cada vez más de la ruta y escuchando, cada vez más fuerte, aquella curiosa melodía que se repetía sin cesar.
Cuando la respiración se le comenzó a entrecortar y la garganta, a pedirle un buen trago de agua, dobló por una pequeña península que formaba la costa y se detuvo. La música era ahora muy fuerte.
Observó aquel diminuto golfo, apreciando las gigantes rocas sobre la costa, y las montañas escarpadas que hacían de acantilado.Y sin embargo, no vio a nadie.
Pero un pensamiento le asaltó la mente.
Con cuidado, y tratando de hacer el menor ruido posible, se acercó a la formación de rocas.
Se asomó. Un viento repentino, con mayor fuerza de la normal, lo despeinó.
Es el día de hoy en que Tomás no sabe si lo que vio fue algo real o un producto de su imaginación. Los recuerdos son borrosos, en términos de percepción de la realidad, pero lo que si recuerda con nitidez es el áura, el halo de magia, o de sobrenaturalidad, que abarcó todo durante esos minutos.
Allí, sumergida en el mar hasta la cintura y dándole la espalda, había una joven, de larga cabellera rubia, que tocaba una flauta de madera mirando hacia el horizonte. La calma que reinaba en el lugar era casi tangible.
Desde donde estaba pudo notar que sus ojos azules, tan azules como el mismísimo mar, estaban embebidos de una nostalgia y anhelo profundísimo. Y mientras tanto, aquella melodía lo hipnotizaba más y más.
Ansió verla de más cerca y al tratar de trepar aún más la roca, resbaló, cortándose apenas el talón.
Maldijo entre dientes y desvió la vista para analizar el daño.
Y cuando volvió a levantar la vista, la chica había desaparecido.




18 feb 2010

le héros commun.

Aquel mediodía de verano la encontró sentada en la cocina, leyendo. La brisa era escasa y cálida, pero suficiente para colarse por la puerta entreabierta que daba al jardín y refrescar el ambiente. El sol, en cambio, derramaba sin escatimar todo su calor sobre el pasto. Los árboles agradecían agitando lánguidamente sus hojas.
Leía un clásico. Uno de esos libros que están tan incorporados en las conversaciones cotidianas, en las listas de literatura espectacular e imprescindible, que la gente ni se molesta en considerar que alguien pueda haber no leído. Pero ella nunca lo había hecho. Y a veces le avergonzaba admitirlo. Pero ese mediodía, decidió cambiar las cosas.
El tiempo jugueteaba con las agujas del reloj, y sus dedos, con las páginas del libro. La calma era absoluta, salvo por el ruido de alguna cigarra quejándose del calor. El libro, claramente, era tan bueno como su fama le atribuía. Héroes, aventuras, paisajes, maravillas no cotidianas.
Escuchó, suave, el sonido de las llaves abriendo la puerta de calle.
- Ya volví! -
Con agilidad marcó el libro y lo dejó a un costado de la mesa. Su madre entró a la cocina, cargando con unas bolsas del mercado y un semblante cansado. Su madre dio inicio al desembarque de botellas y frascos de mermelada con un resoplido.
- ¡Qué calor que está haciendo! Así no vamos a sobrevivir! -
El ruido de las bolsas rompió con la calma tácita del ambiente. Una, dos hogazas de pan. Cinco paquetes de galletas. Un gran frasco de melaza. Se dedicó a observar a su madre vaciar las bolsas.
- No sabés qué buen libro que estoy leyendo! -
Su madre se permitió unos segundos de pausa para mirar a su hija entre las compras.
- ¿Sí? -
- Sí! Cuenta la historia de un grupo de seres fantásticos que se embarcan en la travesía (que después resulta ser una aventura inmensa) más mágica que jamás hayan hecho. Y hay princesas y todo! - Explicó, exudando entusiasmo y reverencia.
- Bueno, no sé que tan mágica pueda ser la travesía de esos muñequitos, pero lo que sí sé es que me vas a tener que ayudar con el almuerzo! - Dijo su madre mientras terminaba con las bolsas y encendía la primera hornalla.
Ella asintió y rápidamente se incorporó. Se acercó hasta la cocina y comenzó a cortar las verduras que su madre le colocó en la tabla.
- ¿Qué tal el trabajo, ma? -
- Bien - Replicó su madre mientras batía un par de huevos. - Hoy, por suerte, pudimos terminar con el caso del chico adoptado y entregarles los últimos papeles a la familia adoptiva. Así que bien. - Terminó de explicar con una sonrisa plasmada en su rostro.
Ella también sonrió, y no pudo evitar pensar en su libro. Al final de cuentas, los héroes no eran tan lejanos.

Sonia Szóstak Photography.

18 dic 2009

deux oiseaux.

Hicieron una estatua. De nosotros dos.
Las burbujas de jabón ahogaban el cielo de la plaza. Pero los niños reían. La gente decía que era nuestra culpa. Era contagioso.
Nuestras manos enlazadas bailaban al compás del viento. Berlín estaba hermosa esa tarde.
Las burbujas. Las risas.
Y el sol nos saludó, tal y como cualquier otro día. La brisa se transformó en graciosas ventiscas. Era contagioso.
Nuestro ojos buscaban. ¿Qué? Nada. Solo absorbían. Maravillas. Gente. Colores. Magia.
El mundo se había detenido. El sol se congeló iluminando nuestra estatua. El viento sostuvo, con temblores, las pequeñas burbujas que aún revoloteaban por allí. El verde del césped gritó con fuerzas. Era tan contagioso. La luz de tu sonrisa me cegó. Como tantas veces lo había hecho.
Y la vida me explicó la perfección. Imperfecta.






3 nov 2009

les chroniques d'aventures.

El suelo de madera vieja crujió bajo sus pies.
Se detuvo unos segundos, suspendida a mitad de camino, con el rostro atento y expectante. Escuchó con atención. La casa parecía no haber notado esa interrupción, y la calma seguía inmutable. Dejó escapar un suspiro mudo, y continuó dando pasos pequeños y callados.
El salón estaba completamente oscuro. La noche había engullido la casa hacía ya unas horas, y solo el brillo tenue y blanco de la luna irrumpía por una de las ventanas sin cortinas. La casa crujía toda, vieja como era, al son de la brisa nocturna. Más de una vez su madre le había contado historias infantiles y perturbadoras sobre esa casona y, en particular, de los fantasmas que en ella habitaban. No pudo evitar sonreír. Y unos escalofríos subieron por su espalda.
Dio otro paso.
Uno de los volados de su camisón de seda le hizo cosquillas a la altura de la rodilla. La luz de la luna bañaba por completo la pintura resquebrajada del cuadro colgado en la desnuda pared, otorgándole un aspecto más siniestro aún. Una de las ventanas se quejó cuando la brisa la entornó levemente. La cortina, de inmediato, comenzó a danzar, libre del polvo y encierro.
Continuó caminando en puntillas.
Repasó una vez más el cuento que Miguel les había relatado con tanto teatro esa tarde a ella y a los demás niños del pueblo. Y recordó el brillo fascinado en los ojos de Pedro. Los demás la habían mirado con desprecio y, algunos, con temor. Pero él se había acercado. Él le propuso la aventura.
Y ahora, mientras se acercaba con deseo a la puerta que siempre estaba con llave en esa casona antigua -como su dueña-, tomó conciencia de lo increíble del asunto. Encontraría la llave y luego podrían, Pedro y ella, abrir el cofre secreto, que estaba siempre, inmutable, sobre el tocador de su abuela. Y descubrirían el mayor tesoro de sus vidas.
Sonrió, con ojos achispados y mejillas sonrosadas.

Jennifer Alder Photography.

29 oct 2009

histoires minimales.

Había una vez un hombre que no sabía lo que era la vida. Tenía la misión de conocerla y aprender cada uno de sus aspectos. Visitó una ciudad, para conocer a los hombres y mujeres que la habitaban. Descubrió la falta de educación de los conductores. Y la indiferencia. Vio el hambre personificada en un cuerpecito de cinco años y tres dientes. Y el odio en un asalto. Percibió el aroma del azufre y la humedad al caminar cerca de un incendio. Escuchó los gritos de una humanidad agonizante. Lloró. Y descubrió el sabor salado de la derrota.



Había una vez una mujer que componía música para cajitas. Tenía la misión encontrar la inspiración perfecta para su nueva melodía. Visitó una pintoresca ciudad, para buscar rincones y secretos asombrosos. Descubrió las hojas que caían de los árboles con suaves piruetas. Y el derroche de color de los balcones rebosantes de flores. Vio un torbellino de risas y sonrisas en una fiesta de cumpleaños. Y el sol reflejado en el río. Percibió el dulce aroma de los jazmines en flor al pasar cerca de un parque. Escuchó el trinar de un pájaro. Sonrió. Y sintió el aire llenar sus pulmones.


Había una vez un hombre, que se encontró con una mujer que sonreía. Y respiraba.
Había una vez una mujer, que descubrió a un hombre triste y abatido. Y que lloraba.
Había una vez una melodía de una cajita de música, que era perfecta, porque cantaba sobre el amor.
Había una vez.



Sundew Photography.

10 oct 2009

l'âge d'innocence.

Contó los días. Uno, dos, quince, veintitrés.
Observó las estaciones. Primavera, verano, otoño, invierno, y otra vez, primavera.
Analizó con detenimiento el metro que tenía colgado en la puerta de su armario. Un metro veinte, un metro treinta y dos, un metro sesenta.
Y se preguntó cuándo había sucedido todo esto.
Miró por sobre su hombro, y se descubrió jugando con sus -oh, tan amadas!- muñecas, sentada sobre el astilloso piso de madera de su antigua casa.
Escuchó nuevamente el crujido de la escalera desvencijada. Husmeó, otra vez, los rincones de la habitación a la cual le habían prohibido entrar. Se ahogó con el perfume de los jazmines, que estallaban todas las primaveras en su pequeño y rústico patio. Saboreó las tortillas de papa que su abuela cocinaba todos los miércoles y viernes.
Y la tristeza y la alegría se le mezclaron en un remolino de colores.
¿Cuándo había crecido?



Sara Photography.

6 oct 2009

la fin de l'histoire.

Le gustaba pensar que los finales felices se escribían solos.
Oh, no desperdicies tu imaginación, pequeña golondrina.




Marie Hochhaus Photography.

5 oct 2009

poussière brillante.

Todo llega a un final.
Cuando se cansan del cielo,
estrellas fugaces caen sobre la Tierra,
en una silenciosa lluvia sobre el prado,
inconscientes que aquí la vida es molesta también,
olvidando la suerte de ser admiradas por todos, en el cielo.

Todo el día encerrada,
impelida de hacer algo, nada, por ser demasiado joven.
"Nadie notaría tu ausencia" le susurra la noche.
Soñando, escapando, soñando escapar.
y, de manera extraña, la mañana siguiente está cubierta de polvo y estrellas.
Pero nadie lo nota.
Nadie sabe que las estrellas mueren.

Estrellas que caen, hombres que se hunden.
Y ella, busca...
Una razón para sonreír, un motivo para correr, un modo de escoger.
Buscando un lugar en esta vida, sea en la Tierra o el cielo; al borde del abismo, caminando dormida entre el sueño y la realidad,
levantándose un día, para caer al siguiente, contando las estrellas caídas, las horas de insomnio.
Y se da cuenta, nadie sabe que las estrellas mueren.
Aquí, ya, murieron.


Pierre Henri Photography.

27 sept 2009

les marionnettes.

¿Por qué aún hoy, donde se supone que todo es feliz, los veo llorando? Es que no entiendo -tal vez no quiera entender, pero eso ya es otro asunto-, ríen despreocupados y sin embargo sus ojos me transmiten una aciaga desesperación.
¿Y qué es lo que mis ojos ven en este turbulento día neblinoso? Lágrimas. Esa promesa tantas veces repetidas -aunque yo ya sabía que era vana- se rompió. Y ellos se quebraron.
Algunos, como en todo tiempo, supimos ver el engaño. Nos apartamos justo a tiempo, tratando de salvar del tren del destino incierto -y perdido- a todo aquel que quiso escucharnos. Nada.
Lloran los lunes. ¿Tratan de olvidar acaso aquello que no puede recordar? Porque eso no es ahora más que un borrón que ellos mismos hicieron. Pero claro, se suponía que era algo feliz -feliz, feliz... esta palabra ya pierde el gusto-
No supieron, no quisieron mirar. Engañados por un par de voces seductoras y promesas de no sufrir nunca más. Ahí tienen su fruto. Lo mismo que ellos buscaron fue su perdición. Allí yacen, medio moribundos, medio arrepentidos -algunos aún sin comprender-, perdidos y habiendo perdido ya la vida misma.









Elif Karakoc Photography.