8 jun 2009

nuit au dîneur.

Dejó escapar un sonoro suspiro.
El bar estaba casi cerrando. La noche arremolinaba a los pocos transeúntes que se decidían a salir de sus casas bajo los techos iluminados de los negocios. La brisa nocturna golpeteaba el vidrio del local, y unas traviesas hojas otoñales danzaban, de vez en cuando, delante suyo. Resonó la campanita de la puerta, alertando la llegada de un nuevo, aunque tardío, cliente. El dueño, cansado, levantó la vista del trapo con el que estaba limpiando la barra, para observar. Unas mesas más allá, un grupo de hombres discutía alegremente los resultados de último partido. Y en el otro extremo, la mujer de la limpieza comenzaba a barrer.
- ¿Ya no comes más? -
Negó con la cabeza.
Estaba reclinada sobre el mullido asiento, brazos cruzados sobre el pecho, la mirada perdida en la ventana. Hacía tiempo que esos ojos azules habían dejado de mentirme, y ahora estaba seguro. Algo estaba preocupándola.
- Sabes que puedes decirme cualquier cosa, ¿no? -
Se limitó a girar la cabeza y clavar esos ojos en los míos. ¿Cuánto tiempo había pasado ya? Costaba recordarlo con certeza. Comprendía todas y cada una de sus expresiones. Y estaba seguro que a ella le pasaba lo mismo.
Rompí el vínculo visual y decidí continuar con mi porción de pastel. Ella así lo quería. Necesitaba analizarme, para luego poder responderme. Así funcionábamos.
- Le pregunté a Michaela por qué decidió hacer ese viaje -
La sentencia me tomó por sorpresa. Dejé con cuidado el tenedor a un costado, y, aún masticando los últimos vestigios de merengue, apoyé los codos sobre la mesa y me incliné, dispuesto a escucharla.
Ella me observó. Su entrecejo estaba levemente fruncido. Sus labios se cerraban en una delgada línea. Aquí venía.
- Me dijo que creía estar enamorándose de Jared -
Ahí estaba. Tomé el tenedor nuevamente y pinché el último trozo de pastel. Sonreí ligeramente.
- Y eso a tí te ha parecido una estupidez, ¿no es cierto? -
Me miró, con aquella sonrisa que tanto conocía asomando en su rostro. Se descruzó de brazos y se inclinó ligeramente, claro signo de que una de nuestras amistosas discusiones estaba a punto de explotar.
- Ya sabés lo que opino sobre ese tema. Una persona no puede enamorarse. No así. No tan pronto. -
Dejé escapar una leve carcajada. Lo sabía. Demasiado bien tal vez.
- Pero, lo estuve pensando, analizando, diría...-
Levanté la cabeza abruptamente. Ella no era una mujer de segundos pensamientos.
- Y me he dado cuenta que, en el fondo, siento envidia por ella -
El tenedor hizo un ruido sonoro al caer sobre el suelo de mármol. Seguramente mi rostro era la máxima expresión de la perplejidad. ¿Estaba escuchando con claridad?
Ella volvió a suspirar. La miré fijamente. Tenía esa expresión de incomodidad que tantas veces (y a la vez tan pocas) había visto.
- Ey, ¿qué ocurre? -
Levantó la vista y sentí cómo me perdía en ese azul profundo, que ahora me estaba diciendo a gritos que me necesitaba. Podía ver -y no sin cierto horror y preocupación- cómo esa máscara de resistencia y autosuficiencia se había comenzado a resquebrajar.
- Yo también quiero sentirme así alguna vez -






Caterpillar Photography.

29 may 2009

le sourire le plus joli.

La sencillez de una sonrisa efectivamente puede cambiar tu vida.











Every day you spend without a smile, is a lost day.

15 may 2009

comme ailes sur mon dos.

"You love someone, you open yourself up to suffering, that's the sad truth. Maybe they'll break your heart, maybe you'll break their heart and never be able to look at yourself in the same way. Those are the risks. That's the burden. Like wings, they have weight, we feel that weight on our backs but they are a burden that lifts us. A burden that allows us to fly..."





"Cuando amas a alguien, te abres a la posibilidad de sufrir, esa es la triste verdad. Tal vez te rompan el corazón, quizás tú rompas el suyo y no seas capaz de volver a verte de la misma manera. Esos son los riesgos. Esa es la carga. Como un par de alas, pesan, sentimos ese peso en nuestras espaldas pero son una carga que nos elevan. Una carga que nos permite volar..."





- Temperance Brennan, The End in the Beginning (4x26)






Todo llega a su fin. Y esta vez nos dejó sin aliento.







Fairy-bluebird Photography.

9 may 2009

le coup de foudre.

Qué ocurriría si la tormenta termina,
y no te veo
tal como eres ahora
nunca jamás.


El halo perfecto,
de cabellos rubios y rayos,
te hace resaltar contra
el último baile del planeta.


Tan solo por un minuto,
la plata se bifurcó en el cielo,
te encendió como a una estrella
que yo seguiré.


Y ahora nos ha encontrado,
como yo te encontré a ti,
no quiero correr,
solo abrumarme.


Qué ocurrirá si esta tormenta termina
y no nos deja nada,
excepto una memoria,
un eco distante.


Quiero sujetarme,
quiero inestabilidad,
el traqueteo de una caja tras otra,
hasta que mi sangre hierva.


Quiero verte,
como eres ahora,
cada día
que yo viva.


Pintada en llamas,
toda la piel.
Sé el relámpago en mí,
que golpea implacable.






Marie Hochhaus Photography.

27 abr 2009

essai de cécité.

A dónde vas? Le pregunté, A sentir el viento en mi rostro, a que el frío me cause escozor en los ojos, a oler el perfume de las rosas, a mojar mis pies en el río, Por qué? Mi curiosidad aún no estaba saciada, Acaso no sabes?, Qué? La vida es multicolor, está para que la vivamos, la sintamos, la degustemos... Hablas raro, sentencié, sin tapujos, Raro? No, hablo con certeza, No te das cuenta de que caminas a tientas? Crees ver, pero tan solo vislumbras siluetas, crees escuchar mas lo único que tus oídos consiguen descifrar son ecos, crees oler, y no puedes diferenciar un jazmín de una lavanda, crees conocer todos los sabores, y sin embargo no sabrías decirme a qué sabe un pan recién horneado. Perplejo, le devolví la mirada, de qué hablaba?
No puedes continuar así, conociendo tan solo las sombras, los ecos, debes dejar que el sol te ciegue momentaneamente, para poder conocer realmente, dijo antes de desaparecer en la multitud errante.
No dejo de preguntarme, aún hoy, qué me habrá querido decir con aquello...







Matt Austin Photography.
¿Qué ocurre cuando se lee mucho Saramago y se estudia Platón? Esto.

20 abr 2009

allons à neverland.

Una abeja se posó en el arbusto rebosante de flores perfumadas que descansaba cerca de la tranquera. Levantó la vista y cerrando los ojos dejó que los cálidos rayos del sol inundaran su rostro. Aquella tarde de fines de agosto estaba explotando lo mejor del verano en el atardecer. No hacía demasiado calor, aunque antes de salir de la casa había optado por ponerse el vestido blanco de lino que su madre tan laboriosamente había hecho. Y ahora que caminaba a un costado de la cerca, el débil viento bailoteaba con los pliegues del vestido. Sus cabellos, sueltos, caían desprolijamente sobre sus hombros y se entrelazaban, creando unos inusuales bucles. El campo, apacible a esta hora de la tarde, recibía sus callados pasos y se fundía con su soledad.
Se respiraba una paz que hacía tiempo que no sentía. Delicadamente, abrió los ojos y se quitó los zapatos que llevaba puestos. Cerró nuevamente los ojos para disfrutar de la sensación del pasto bajo sus pies. Suave, cosquilleante, relajante...
Los árboles oscilaban tranquilamente. Ella continuó caminando, contando cada flor que veía. Una, dos, tres... El aroma a lavanada era intoxicante.
Y qué hermoso se sentía poder dejarlo todo por un rato y escapar.
Escapar.
A donde más le gustaba.






Y siempre me había preguntado por qué vivía en las nubes, en mi imaginación. En ese mundo ridículamente hermoso que me atreví a crear.

Vivo en continuo escape.

Jasmin Chen Photography.

17 abr 2009

plaisirs simples.



Y llevaba puesta una pollera roja con lunares naranjas.
Pero no era una pollera cualquiera. Esta se la había hecho su abuela, cuando todavía usaba anteojos y podía coser. Recordaba ese día. Habían terminado de hornear unas galletitas de vainilla con pepitas de chocolate. El aroma proveniente del horno inundaba la casa. Y ella había arruinado por completo su vestido, usándolo de trapo para limpiarse el chocolate de las manos. Su abuela había asomado los ojos por encima de sus anteojos de media luna y con una mirada escudriñadora había sentenciado "tu madre se pondrá como un cabrito" (su abuela había nacido hacía ya muchos años en el campo, en una pequeña casita que tenía un ranchito adosado a un costado, y entonces solía hablar con "metáforas campesinas" como a ella le gustaba llamarlas). Recordaba haberse imaginado la expresión que pondría su madre al verla. El ceño fruncido, los labios apretados, formando una delgada línea tirante, y los ojos evaluadores, sopesando el castigo. Ella había asentido vigorosamente, y la abuela había sonreído (esa sonrisa cómplice de abuela que ya tiene una brillante idea). La había guiado hasta el cuarto de costura y le había dicho "te voy a hacer una pollera".
Ella había elegido los colores. Por supuesto, su madre lo primero que había hecho al conocer su elección era preguntarle con qué pensaba combinarlo. Ella la había mirado, un poco confusa, y había respondido "con todo".
Sonrió al recordarlo.
Y además, esta pollera era especial, porque cuando giraba muy rápido, se inflaba como una campana. Una campana roja y naranja.





Rengim Mutevellioglu Photography.